Entre los siglos XIX y XX hubo una gran tertulia bibliófila y erudita en el
palacio y biblioteca sevillana de Juan Pérez de Guzmán y Boza, a la que asistía
su hermano gemelo Manuel, marqués de Jerez de los Caballeros. Ambos
propietarios de las bibliotecas privadas más importantes de la España de
entonces. A esa tertulia asistían: Francisco Collantes de Terán, Manuel Gómez
Imaz, José María de Hoyos y Hurtado, Luis Montoto, Cano y Cueto, Joaquín
Hazañas y La Rúa, José Vázquez y Ruiz, José Gestoso y Pérez, Francisco
Rodríguez Marín, el impresor Enrique Rasco y cuando pasaba por Sevilla,
Marcelino Menéndez Pelayo, entre otros. De ámbito más reducido era la tertulia
nocturna, también erudita, de Juan Valera en su casa en Madrid, que reunía al
citado don Marcelino Menéndez Pelayo, a Ramón Pérez de Ayala y otros. El primer
tercio del siglo XX fue muy abundante en tertulias. El centro más importante
era el Nuevo Café de Levante; desde los últimos años del siglo XIX hasta la
guerra europea, este fue el centro de reunión de las tertulias más importante
de Madrid, al que no dejaban de acudir tanto consagrados como jóvenes promesas
y escritores caídos en el olvido. Todos acudían allí para dar a conocer sus
obras y pensamientos. En palabras de Valle-Inclán, “el Café de Levante ha
ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o
tres universidades y academias”. En la ciudad universitaria de Salamanca, el
Café Novelty hizo desde 1905 de punto de encuentro de la vida cultural de la
ciudad, habitual ha sido la presencia de literatos en sus mesas, como Miguel de
Unamuno, Ortega y Gasset, Carmen Martín Gaite, Francisco Umbral, Torrente
Ballester o Víctor García de la Concha. En el madrileño Café de Fornos estaba
una, de raíz muy antigua, que se conocía como la de Vital Aza, pasado Virgen de
los Peligros, y allí se reunía una gavilla cosmopolita compuesta por artistas,
escritores, actores y actrices, toreros, futbolistas. En el Café de Gato Negro,
en la calle del Príncipe, junto al Teatro de la Comedia, Jacinto Benavente
mantenía una tertulia modernista. Tenía techo bajo, escasa iluminación, grandes
divanes y, al fondo, un postizo que por las noches se abría y comunicaba el
Café con el Teatro. Dos tertulias fueron rivales en promocionar la vanguardia
artística a principios del siglo XX; Rafael Cansinos Assens tenía una
itinerante que empezaba en el Café Colonial de Madrid, cerca a la Puerta del
Sol, donde se daba cita un público variadísimo, en el que destacaba la
presencia de pintores, artistas y poetas extranjeros llegados a España con la
guerra de 1914; rival suya era la de Ramón Gómez de la Serna, en el antiguo
Café y botillería de Pombo, en la calle Carretas; esta era acaso la más
importante y seguida de Madrid y en su nacimiento se prohibió hablar de la
guerra, sirviendo de refugio a todos aquellos que se hartaban en otros
cafés donde sólo se hablaba de eso. Se establecía los sábados por la noche,
después de la hora de cenar; en su viejo sótano se reunían incluso hasta las
tres de la madrugada; pero había muchas otras. José Ortega y Gasset tenía la
suya en La Granja del Henar; en el Café Marfil, esquina Cedaceros, pasó Jacinto
Benavente sus últimos días como tertuliano; en el Café León se daban tertulias
de eruditos y periodistas. Al Café del Prado, en la calle del Prado, amplio,
con espejos y veladores de mármol, acudieron a lo largo de su historia Gustavo
Adolfo Bécquer, Ramón y Cajal, Menéndez Pelayo, Buñuel y Lorca, o el académico
Melchor Fernández Almagro. El Café Español era frecuentado por los hermanos
Manuel y Antonio Machado, contertulios también del Café Comercial, que como los
del Café Europeo acabarían en el Café Gijón, cuya fama e influencia en los
ambientes literarios aumentarían durante la posguerra. En la Cervecería de
Correos comenzaron a reunirse los jóvenes poetas de la Generación del 27 y allí
fue donde Lorca se citaba con los escritores y antiguos compañeros de la
Residencia de Estudiantes; en el café Jorge Juan lideraba tertulia José
Francés; en el café de Roma Gregorio Marañón y sus pupilos del Ateneo de Madrid
preparaban proclamas contra la monarquía agonizante. En el Café Lyon se daban
varias tertulias. La primera contaba con personajes como José Bergamín, Ignacio
Sánchez Mejías y Melchor Fernández Almagro, entre otros; la segunda era llamada
«tertulia del banco azul», pues estaba formada por hombres del Gobierno de la
República; la tercera era la de Pittaluga, Guillermo de Torre, Obregón y
Francisco Ayala, entre otros; por último, se congregaba a la noche una tertulia
que dirigía de vez en cuando Ramón María del Valle-Inclán, con Anselmo Miguel
Nieto, Salvador Pascual, Penagos... Tras la Guerra Civil se fundó la tertulia
de Antonio Díaz-Cañabate y José María de Cossío en el Café Aquarium de Madrid,
pero luego se trasladó al Café Kutz y por fin al Lyon d'Or, como cuenta en su
Historia de una tertulia (1952) el escritor que le dio nombre. Hacia 1955 se
reunió en el Lyon la tertulia de los narradores de la generación de 1955 o del
medio siglo, presididos por Antonio Rodríguez Moñino, que había sido expulsado
de su cátedra por sus simpatías hacia la República. Allí se reunían
Alfonso Sastre, Rafael Sánchez Ferlosio, e Ignacio Aldecoa, entre otros, que
des de 1949 se reunían en la famosa tertulia del café Gambrinus, primero
teatral y literaria, luego filosófica y por último artística. En otros lugares
de España proliferaron también las tertulias; fue famosa la tertulia del
Rinconcillo en Granada, donde estuvieron Federico García Lorca y Manuel de
Falla, entre otros grandes intelectuales. Se encontraba en la Plaza de los
Campos, en un café - llamado Café Alameda.
Tertulias en la literatura
Siendo tan literarias, las tertulias han engendrado una literatura más bien
informal sobre sus actividades. Existen libros más o menos serios aunque
meramente recreativo, como el de Francisco de Paula Mellado (“Tertulia de
invierno”, 1831). Llegaron luego los de Juan José Bueno (“Tertulia literaria.
Colección de poesías selectas leídas en las reuniones semanales celebradas en
casa de Juan José Bueno, Sevilla”, 1861); Eugenio Rodríguez Ruiz de la Escalera
("Monte-Cristo", “Los salones de Ma drid”); Antonio Espina (“Las
tertulias de Madrid”); Ramón Gómez de la Serna (“La sagrada cripta de Pombo”);
Rafael Cansinos Asséns (“La novela de un literato”); Antonio Díaz Cañabate
(“Historia de una tertulia”, 1952); Enrique Romeu Palazuelos (“La Tertulia de
Nava”, 1977); Antonio Bermejo (“Tertulia de la nave errante”, 1993); Juan Ángel
García Torres (“Trasfondo histórico de una tertulia madrileña: Valle-Inclán y
el Café de Levante”, 1978); Ignacio Sanz y Francisco Otero (“Las palabras
vuelan. 25 años de la tertulia de los martes”, Segovia, 2007); Francisco Molíns
(“La tertulia”, 1994); José Martínez Arenas (“La tertulia del bar Lauro”,
1963); Pablo Beltrán de Heredia (“El doctor Díaz Caneja y su tertulia”, 1990),
Martín López-Vega (“Tertulia Oliver”, Gijón, 1995); Francisco Umbral (“La noche
que llegué al café Gijón”); Alfonso Reyes (“Tertulia de Madrid”, 1949); Carlos
Muñoz (“El Trascacho, historia de una tertulia literaria”, 1981); José Miguel
Torres Medina (“Mi tertulia y su entorno. Anécdotas y recuerdos de una tertulia
taurina”, 2006); María Aurelia Capmany (“Aquelles dames d'altre temps: una crònica
de la Barcelona de fi de segle a través dels comentaris aguts i divertits d'una
tertúlia d'amigues”); Adelaida Las Santas (“Versos con faldas. Breve historia
de una tertulia literaria fundada por mujeres en el año 1951”, 1983) y Fernando
Díaz-Plaja (“Arte de hablar”). Pero también obras de ficción, como las de Ramón
María del Valle-Inclán (“Una tertulia de antaño”); Pío Baroja (“La tertulia de
Paco Lecea”); Álvaro Cunqueiro (“Tertulia de boticas prodigiosas”, 1976); Rosa
Chacel (“Tertulia en el bar Himeto”); el ya citado Antonio Díaz Cañabate
(“Tertulia de anécdotas”, 1974); José Robles (“Tertulias españolas”, 1938);
Miguel Pérez Ferrero (“Tertulias y grupos literarios”, 1974); Mariano Tudela
(“Aquellas tertulias de Madrid”, 1985); José Alberto Vallejo del Campo
(“Tertulias y círculos intelectuales del Santander de la restauración”, 2008);
Antonio Velasco Zaza (“Panorama de Madrid. Tertulias literarias”, 1952);
Antonio Gallego Morell (“Las tertulias románticas en España", 1973);
Antonio Bonet Correa (“Los cafés. Cafés históricos, Tertulias románticas,
Cafetines y tabernas, Cafés y vanguardias, etc”, 1987).