LECTURAS 2017/2018

26 SEP 17 Manual para mujeres de la limpieza - Lucía Berlin

30 OCT 17 Patria – Fernando Aramburu

21 NOV 17 24 horas en la vida de una mujer – Stephan Zweig

19 DIC 17 La calle de la judería - Totti Martinez de Leza

30 ENE 18 Demonios familiares – Ana Mª Matute

27 FEB 18 Media vida – Care Santos

20 MAR 18 El blog del Inquisidor - Lorenzo Silva

24 ABR 18 Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido – Paloma S. Garnica

29 MAY 18 El domingo de las madres – Graham Swift

26 JUN 18 Ojo de pez - Antonio J. Ruiz Munuera

lunes, 6 de junio de 2016

30 asombrosas palabras que empiezan por la A para aumentar tu aptitud y tu agudeza

Acarrazarse. Abrazarse con fuerza. Se usa sobre todo en Huesca.
Acmé. Del griego akmé ‘punta’. Es el “momento culminante. Está en el acmé de su
fama”. Y también el “período de mayor intensidad de una enfermedad”.
Adarce. Costra salina que las aguas del mar forman en los objetos que mojan.
Aeronato. Dicho de una persona: Nacida en un avión o en una aeronave durante el
vuelo.
Agibílibus. Del latín de agibilibus, que significa “sobre lo factible”. Es la habilidad,
ingenio, a veces pícaro, para desenvolverse en la vida. También puede referirse a la
persona que tiene agibílibus.
Ajaspajas. Cosa baladí, insignificante.
Alacre. Alegre, ligero, vivo.
Aladar. Mechón de pelo que cae sobre cada una de las sienes.
Albanado, da. Que está dormido. Viene del latín alba, “sábana”. Y procede de la
germanía, “jerga o manera de hablar de ladrones y rufianes, usada por ellos solos y
compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de
otros muchos vocablos de orígenes muy diversos”.
Alcabor. Hueco de la campana del horno o de la chimenea.
Amaitinar. Observar y mirar con cuidado.
Amartelamiento. Exceso de galantería o rendimiento amoroso. Como escribió
Francisco de Quevedo en Túmulo de la mariposa:
El aliño del prado
y la curiosidad de la primavera
aquí se han acabado,
y el galán breve de la cuarta esfera,
que, con dudoso y divertido vuelo,
las lumbres quiso amartelar del cielo.
Ambuesta. Porción de cosa suelta que cabe en ambas manos juntas y puestas en
forma cóncava.
Amok. Entre los malayos, ataque de locura homicida. Da título a una novela de Stefan
Zweig. En inglés incluso existe una expresión, to run amok, que significa volverse
frenético, perder el control.
Amonarse. De mona, borrachera: embriagarse, perder el dominio de sí por beber en
exceso. También, sentirse molesto.
Amoricones. Señas, ademanes y otras acciones con que se manifiesta el amor que se
tiene a alguien. Y en desuso, amores o amoríos.
Anagnórisis. Reencuentro y reconocimiento de dos personajes a los que el tiempo y
las circunstancias han separado. Reconocimiento de la identidad de un personaje por
otro u otros.
El ejemplo clásico es el de la Odisea, cuando a Ulises lo reconocen los demás
personajes al llegar a Ítaca.
Anhedonia. Incapacidad para sentir placer.
La anhedonia de ojos vacíos solo es una rémora del flanco ventral del verdadero
depredador, el Gran Tiburón Blanco del dolor. Las autoridades denominan esta
condición “depresión clínica” o “depresión involutiva” o “disforia unipolar”. David
Foster Wallace, La broma infinita.
Animálculo. Animal perceptible solamente con el auxilio del microscopio. La
terminación -culo. La terminación -culus era un diminutivo en latín. También tenemos
homúnculo (hombre pequeño) e incluso músculo, del latín mus, ratón, y culus,
pequeño: porque a los romanos el bíceps les parecía un ratoncillo bajo la piel. Incluso
bermejo proviene de la palabra latina vermiculus, que significa gusanito. El pigmento
de este color se obtenía, en fin, machacando cochinillas.
Antuviada. Golpe o porrazo dado de improviso.
Apianar. Disminuir sensiblemente la intensidad de la voz o del sonido.
Aporrar. Dicho de una persona: Quedarse sin poder responder ni hablar en ocasión en
que debía hacerlo.
Arcidriche. Tablero de ajedrez.
Ardorada. Oleada de rubor que pone encendido el rostro.
Arrancapinos. Hombre de cuerpo pequeño.
Arrobar. Nada que ver con las menciones en Twitter. Significa embelesar. También,
aunque en desuso, robar. Y, por último, enajenarse, quedar fuera de sí.
Como ejemplo, este chiste que cuenta Rosa Montero: Una ratita, parada sobre sus
cuartos traseros, alza la cabeza al cielo y contempla el paso majestuoso de un
murciélago con las alas extendidas. Y exclama con arrobada admiración: ‘¡Oh, mon
Dieu! ¡Un angel!’.
Asobinarse. Dicho de una bestia: Quedar, al caer, con la cabeza metida entre las patas
delanteras, de modo que no pueda levantarse por sí misma. Y dicho de una persona:
Quedar hecha un ovillo al caer. Del latín supinare, “poner boca arriba”.
Asperillo. Regusto agrio de la fruta no bien madura, o el que por su naturaleza tiene
alguna comida o bebida.
Atafagar. Sofocar, aturdir, hacer perder el uso de los sentidos, especialmente con
olores fuertes, buenos o malos. También es molestar a alguien con insufrible
importunidad. Y además, estar sobrecargado de trabajo.
Aurívoro, ra. Codicioso de oro. Del latín aurum, oro, y la terminación -voro, que viene
de vorare, devorar, y que se usa en los términos que hacen referencia a la dieta de los
animales (herbívoro, carnívoro, omnívoro…).
Texto redactado por Jaime Rubio con aportaciones de Mari Luz Peinado, Héctor Llanos, María Sánchez, Pablo Cantó, Anabel Bueno y
Lucía González.

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